El pesimismo en Alberdi

Autores/as

  • Manuel Salvat Monguillot

Resumen

Siguiendo a Paul Valéry se puede decir, a cerca de doscientos años de distancia de la constitución norteamericana, que las constituciones son mortales. Esto es, llega un momento histórico en que el mito se deshace y no es posible restablecerlo, lo mismo que la democracia basada en la igualdad de los individuos que, para Tocqueville, tarde o temprano ha de terminar en un totalitarismo fundado precisamente en esa identidad. Los sudamericanos, liberados por los alrededores de 1810, tuvieron la felicidad de encontrarse con algo nuevo, con algo que había que formar, aunque tuviera que dejarse de lado la tradición -obviamente- y fuera necesario recurrir a modelos de otras partes. A pesar de que Jovellanos sostenía que en España existía una constitución y no era entonces tarea de las Cortes redactar otra -pues el orden social se mantenía en las viejas normas de derecho público en vigencia-, tal argumentación no era válida para América, que había ganado la guerra en contra del Rey, de los Consejos, de las Secretarías de Estado, de los funcionarios permanentes. Había que cambiarlo todo y lo más urgente era crear un gobierno operante: constitución y leyes generales.